Decían Pascal Ribéreau-Gayon y Émile Peynaud que «degustar es gustar con atención un vino, del cual se requiere apreciar su calidad, sometiéndose a nuestros sentidos del gusto y el olfato; es intentar conocer este vino buscando sus diferentes defectos y cualidades y expresarlos. Es, por último, estudiarlo, analizarlo, describirlo, juzgarlo y clasificarlo».
Eso fue lo que experimentaron los socios del Club Centenario cuando participaron del evento realizado en el Restaurante Centenario, el día 16, a las 19:00. En la ocasión, realizaron un análisis sensorial del vino, donde entran en juego la vista, el olfato y el gusto.
En la parte visual, la sommelière Mariella Gavilán explicó que se tienen en cuenta el color, la intensidad, el aspecto y la limpidez; en el área olfativa, los aromas (primarios, secundarios, terciarios), la oxidación o la reducción, y en la gustativa, los llamados sabores fundamentales (dulce, salado, ácido, amargo, umami), así como las sensaciones táctiles o las texturas del vino (fluidez, untuosidad, redondez), químicas (astringencia, rugosidad, sequedad), y térmicas (alcohol).
Los socios pasaron momentos agradables, degustando vinos de las bodegas Piccini, elaborada en la región italiana de la Toscana; Beringer, las más antiguas en activo del valle de Napa, en California, y Beronia, de la región de La Rioja, España.
